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Hernán Rodríguez: “Hay que hacer que la comunidad le encuentre significado a su patrimonio”.  

Hernán Rodríguez, ganador del Premio Gabriel Guarda, junto al cuadro del Padre Guarda.

El destacado arquitecto Hernán Rodríguez fue condecorado con el Premio Gabriel Guarda, entregado por primera vez por el Centro del Patrimonio Cultural UC con el objetivo de distinguir y reconocer la labor de personas que contribuyen y han contribuido al estudio, documentación, difusión, salvaguarda y puesta en valor del patrimonio histórico, artístico, arquitectónico y urbano de Chile.  

Rodríguez tiene una larga trayectoria, donde destacan trabajos de restauración de importantes Monumentos Históricos de Chile, la publicación de libros, la docencia y los cargos de dirección de destacadas instituciones como el Museo Histórico Nacional, la Corporación Cultural Estación Mapocho y el Museo Andino de la Fundación Claro Vial, del cual actualmente es el director. 

En esta entrevista conversamos con el arquitecto sobre su relación con el Padre Gabriel Guarda, su visión sobre el patrimonio y los lineamientos que deben regir su cuidado.  

Hablando sobre la persona que lleva el nombre del premio  ¿Cómo fue su relación con el Padre Guarda y que fue lo que más aprendió de él? 

La relación con el Padre Guarda, aunque teníamos alguna diferencia de edad, fue de mucha amistad. Él estaba a cargo de la hospedería de los Benedictinos. Uno podía alojarse ahí y conversar con un sacerdote si le parecía. Yo era un estudiante y tuve conversaciones con él, nos hicimos muy amigos y más aún después, cuando vimos que nuestras aficiones eran parecidas. Él era arquitecto, nos interesaba la historia, temas patrimoniales, etc. Y bueno, en esta relación yo me fui beneficiando siempre porque él tenía un conocimiento y una sabiduría muy grande.   

Según su experiencia, ¿Cómo ha ido cambiando en Chile el concepto de patrimonio? ¿Cree que hay más o menos conciencia sobre su valor?  

Es difícil generalizar, pero me da la impresión de que hemos ido hacia atrás. La reacción que hubo hace unos años de subir, pintar y rayar las murallas de la ciudad, de quemar iglesias, es algo que cuando yo tenía 20 años era imposible pensarlo. No me imaginaba que podía haber reacciones de este tipo, sin embargo, lo hemos visto y podría decirse que de alguna manera nos hemos ido acostumbrando a estas acciones un poco de delictuales, digamos, pero que en el fondo atentan y destruyen nuestro patrimonio.  

¿Cómo debiera construirse el respeto por el patrimonio?  

Hay una estructura cultural de museos, de archivos, de bibliotecas, que están albergando, difundiendo y dando a conocer el patrimonio y eso está muy bien, pero a lo mejor podemos pensar que es insuficiente todo lo que hay y que se necesita una educación adicional.   

Es un tema que uno podría tratarlo con gente más joven, con niños de 12 o 14 años, que ya pueden tomar decisiones y pueden descubrir un tema que es muy atractivo para ellos y que le da mucho sentido a su vida, porque el patrimonio da identidad, pertenencia. Permite que se relacionen con el medio, con la historia, con el pasado y el futuro. Por eso, hay que ver la educación con una mirada esperanzadora, porque creo que ahí está una de las posibilidades de mayor conciencia y crecimiento respecto a lo que es el rol del patrimonio hoy y mañana.    

¿Cómo debiera darse la concientización del cuidado del patrimonio de aquí en adelante? 

Una cosa fundamental es hacer entender a la gente que cuando hablamos de patrimonio, hablamos de algo que también les pertenece. No es un bien que le pertanezca a otro, es un bien que le pertenece a uno y a su gente, a su familia o a su entorno, a sus vecinos, a su comuna, en fin, lo que corresponda. Es un objeto de fortalecimiento espiritual, de certeza al lugar donde uno pertenece. Es como un pensamiento ordenador de muchas cosas.  

La frase que mencioné en mi discurso al ganar el premio: “se quiere lo que se conoce y lo que se quiere se cuida” es la estructura básica que sustenta nuestra relación con el patrimonio.   

Hay que hacer que la comunidad quiera o le encuentre significado a su patrimonio. Una vez que eso sucede, las cosas avanzan con mucha facilidad. Es la impresión que uno tiene cuando viaja a Europa o a otros países en que el patrimonio está incorporado completamente en el cotidiano de las personas.  

Usted ha mencionado que en sus viajes por Latinoamérica durante su juventud, encontró admiración por la cultura Andina. ¿Cómo incorpora estos viajes a su rol actual como director del Museo Andino de la Fundación Claro Vial?  

La vida me llevó a dirigir un museo con objetos etnográfico y arqueológicos importantes, que son los objetos que yo descubrí y admiré cuando a los 20 años recorrí parte de América. El mundo vuelve a armarse de alguna manera, uno sigue admirando y creciendo en el conocimiento de estos objetos, de esta cultura y estos mundos que nos precedieron y de los cuales somos parte también.  

Fuente: Pontificia Universidad Católica

En un tono más personal, ¿Qué significa para usted ganar este reconocimiento?  

Bueno, es muy gratificante y muy emocionante al mismo tiempo, porque el cuidado del patrimonio uno lo pone en vinculación con objetos, con bienes, pero también con personas que cambian, que crecen, que maduran y que realizan obras. Eso crea una relación muy importante con las relaciones humanas y en ese sentido, el trabajo con el patrimonio es muy gratificante desde el punto de vista personal, porque uno se encuentra con otras personas que son parecidos a uno o con los mismos gustos, las mismas inclinaciones o apego por un tema. 

Y uno se pone muy contento cuando ve que ese tema, esa música, esa expresión, está siendo valorada también o creada por otros. Uno siente una pertenencia mucho más rica, más enriquecedora y eso es muy satisfactorio. La vida toma un sentido y valió la pena las cosas que uno hizo por ella, aunque uno va apagándose, va dejando una obra en otros, en otra gente que trabajó conmigo en distintos temas, en distintas actividades.  

A pesar de que mencionó que ve un retroceso en la valoración del patrimonio, ¿Ve continuidad en su trabajo y en lo que intentó aportar? 

Sí, yo siento que hay continuidad. Me encuentro con las mismas personas que conozco hace ya 20 o 30 años, que los vi de muchachos tomando decisiones respecto a su destino, a su vocación y hoy día están a cargo de instituciones o de sectores de la cultura que están encargados de transmitir estos valores. Ellos siguen vigentes y están descubriendo también nuevos respaldos a la labor que realizan. Es un nonstop, es un carro infinito de trabajo y de posibilidades en que uno se alimenta del trabajo de los anteriores también.