Conjunto Franciscano de Chillán
Equipo Responsable
Urbano
Primeramente, se recopiló información preexistente, tanto del levantamiento de la situación urbana actual, como de su evolución histórica, la normativa urbana atingente y planes y proyectos en curso para la zona. La fuente de esa información fue: la Municipalidad de Chillán (DOM, UPA Chillán), el trabajo de recopilación y análisis realizado en el Taller Ciudad y Patrimonio, así como la proveniente de distintos documentales.
Así mismo, se realizaron algunas entrevistas a miembros de la comunidad y de la Municipalidad de Chillán, con el objetivo de complementar la información recabada y obtener las apreciaciones de la comunidad.
Equipo: Arq. Carla Correa, Arq. Elvira Pérez y Arq. Dino Bozzi.
Imágenes Diagnóstico Urbano:
Arquitectura
El conjunto patrimonial fue abordado en distintas etapas y aspectos, que permitieron establecer su historia proyectual y material, definiendo momentos y eventos relevantes de ella, además de describir el estado actual de las edificaciones, identificando sus características espaciales, constructivas y estructurales más relevantes, así como los daños e intervenciones que ha sufrido en el tiempo.
Se realizó un levantamiento arquitectónico actualizado, tomando como base el levantamiento ya realizado por la UPA Chillán, el que se complementa con fuentes históricas y un levantamiento dron, realizado por el arquitecto Tomás Bravo.
Tomando como base el levantamiento arquitectónico, la observación el terreno y la investigación histórica, se realizó:
- Un modelo de la evolución del conjunto, tanto del proyecto (s) como de su construcción.
- Plano de mapeo de patologías que afectan a las edificaciones hoy.
Tesis: Los estados auténticos de un edificio inconcluso
La teoría construida en la intervención del Templo Franciscano de Chillán. Dafne González. (2021)
Imágenes Arquitectura:
Imágenes Históricas:
Bienes Muebles
Tuvo como objetivo realizar un diagnóstico del estado actual de conservación de los bienes muebles para obtener información que permitiera establecer características y estados de conservación de estos. Para su ejecución se aplicó el enfoque de Manejo Integral de Colecciones como una estrategia que considera en la gestión de colecciones la custodia, adquisición, documentación, conservación, restauración, investigación y difusión. Se consideraron también las recomendaciones de la Comisión Vaticana para los Bienes Culturales de la Iglesia.
Equipo: Conservadora y Restauradora Fanny Canessa, Arqueóloga Ángela Guajardo.
Objetos Destacados:
Estribo de madera
Presenta decoraciones en base a botones y guardas en relieve, pero si se fijan en el frente tiene grabado un escudo chileno, lo que es muy raro en este tipo de piezas. Además es un escudo muy particular porque los animales están invertidos, el cóndor aparece a la izquierda y el huemul a la derecha, siendo este último un tanto raro, con patas y cola muy gruesas que nos hace recordar más un perro o un caballo que a un ciervo ¿Será que el artesano no era muy diestro o tal vez no conocía cómo era este animal? Lo que sí, ambos tienen sus coronas muy bien puestas.
Su tamaño aproximado es de 16 c.m. (ancho), 22 c.m. (profundidad), 17 c.m. (alto) y se encuentra en buen estado de conservación. Este tipo es conocido como “trompa de chancho” por tener el frente achatado. Atrás posee una cavidad para introducir el pie y en la parte alta tiene un rebaje vertical donde se inserta un objeto metálico triangular (llanta) con un eje horizontal en la parte superior al que está unido una correa de cuero, la cual en este caso no está.
No sabemos si fue fabricado como una pieza exclusivamente decorativa, aunque el haber encontrado sólo una pieza y no el par completo podría dar cuenta de ello. Hasta el momento no existe información que indique quién lo construyó, dónde, en qué fecha, ni cuándo llegó a poder de los franciscanos, pero por sus características suponemos que habría sido fabricado durante la primera mitad del siglo XX.
Según el investigador Tomás Lago, estas piezas se inspiran en el modelo asturiano: trozo de madera en forma de medialuna, ahuecado por un extremo y cerrado por el otro, ideal para el clima de la zona central. El desarrollo artesanal jesuita habría dotado a esta pieza de un nuevo estilo, recargado de adornos y talladuras, que se traspasó a los artesanos locales y que pervive hasta hoy.
Roldana
La roldana es una herramienta compuesta por una o varias poleas (ruedas acanaladas) que giran en torno a un eje por el cual pasa una cuerda o cable, que al manipularla permite disminuir la cantidad de fuerza necesaria para elevar una carga. A este tipo de dispositivo se le conoce como «máquina simple» ya que permite cambiar la dirección y el punto de aplicación de una fuerza de tracción, pudiendo usarse de a una o combinando varias para facilitar el trabajo.
Como vemos, sirve para levantar objetos pesados ¡A veces muy pesados! Cuenta Plutarco, el historiador griego, que hace unos 2000 años Arquímedes, el científico también griego, levantó él solito un barco completo sólo con una polea tirando de la cuerda. Sin gran esfuerzo sacó la nave del agua, tan derecha y estable como si aún permaneciera en el mar.
No sabemos si esa historia es real o exageran un poco, pero lo que sí es cierto es que en el Museo Franciscano de Chillán existe una roldana de madera. Tiene forma ovalada y se compone de 3 quijadas y 2 cajeras que contienen una polea de madera en su interior. Toda la estructura está rodeada de una banda de hierro que incluye el eje (tornillo que ensambla ambas poleas) y que se une con un gancho también de hierro en la parte superior o inferior (dependiendo si el gancho es para colgar la roldana o para enganchar la carga). La garganta o canal, que es el surco que tiene la polea, es de forma semicircular, por lo cual sabemos que se utilizaba con una cuerda y no con una correa, cable u otra cosa.
Tiene un alto total de 50 cm. (30 cm. del cuerpo y 20 cm. del gancho), 17 cm. de ancho y 23 cm. de profundidad. Se encuentra en regular estado de conservación, ya que la madera está deteriorada, incluso falta un trozo de quijada. No hay claridad de cómo llegó al museo y qué antigüedad tiene, pero por sus características podría ser de fines del siglo XIX, máximo primera mitad del siglo XX.
Piedras Horadas
Posiblemente a muchos les sea familiar el objeto de esta semana. Se conocen como “piedras horadadas” y son herramientas líticas utilizadas por las poblaciones que habitaron la zona centro-sur de Chile desde el periodo Arcaico (10.000 años atrás) hasta la época de contacto con los españoles, dando cuenta de la ocupación del terreno en forma permanente por parte de una sociedad.
Si bien estas piedras se encuentran en varias partes del mundo, es en nuestro país donde más abundan. Se caracterizan por tener una perforación circular central realizada mediante pulido siendo fabricadas en distintas materias primas, formas, tamaños, pesos y texturas. En el museo franciscano existen 11 de ellas, en roca andesítica, variando en tamaño entre los 10-15 cm. de ancho y 5-10 cm. de alto.
Los agricultores las encontraban en el campo al preparar la tierra para cultivo y eran tantas que se reutilizaron por años como morteros, pesas o lastres para la ganadería. Incluso hoy en día es posible encontrarlas en las casas campesinas, como recuerdos o decoración.
Su función aún es materia de investigación, pero posiblemente no todas cumplían la misma utilidad. Algunos creen que eran herramientas para la agricultura (lo que es coherente con su gran presencia en los campos de cultivo), también su uso como arma, para moler, como martillo, pesas para redes de pesca en zonas costeras, torteras para hilar (las pequeñitas) y obviamente un uso ritual.
Algunos relatos mencionan que fueron adaptadas por los mapuches a sus instrumentos de trabajo o como armas en tiempos de guerra. También les llamaban «catancura» que significa «piedra perforada» o «pimuntuhue» que significa «el lugar donde se sopla», haciendo referencia a sus virtudes mágicas.
Escultura del Arcángel San Miguel
Esta obra es muy interesante, ya que la escena que muestra ha sido reproducida ampliamente a lo largo de la historia. Se trata de una escultura de madera policromada de aproximadamente 1,5 m de alto que representa al arcángel San Miguel derrotando a Satanás. El arcángel San Miguel viste, como es usual en el arte por lo menos desde el siglo XV, con faldellín, armadura, botines (en otras figuras aparece con un casco emplumado) que es el traje de guerrero o soldado centurión romano. La cristiandad desde la Iglesia primitiva venera a San Miguel como el ángel que venció a Satanás y sus seguidores, expulsándolos del cielo con su espada de fuego, la cual lleva en su mano derecha.
En su pecho se observa el lema “Quis ut Deus” («Quién como Dios», el significado del nombre Miguel en hebreo). Tanto el gesto con la espada como su mirada están dirigidos hacia la figura del diablo, el cual tiene apariencia humana, piel de color rojo, alas (no olvidar que también era un ángel) y un rostro monstruoso, escondiéndose entre las piernas de San Miguel, en un gesto de súplica pues lo tiene cogido de los cuernos, los cuales fueron agregados en cachos de buey (abajo deben estar los originales).
Notarán que al diablo le faltan sus ojos. La comunidad franciscana comentó que desgraciadamente fueron robados pues eran de alguna piedra semipreciosa de color rojo. A pesar de encontrarse en regular estado de conservación (posee grietas, roturas, desprendimiento de pintura, reemplazo de partes) es una figura imponente que no deja a nadie indiferente y está muy patente en la memoria de las personas, pues más de alguno recuerda que de niño le provocaba bastante temor ¡e incluso trataba de evitarla!
Su antigüedad no está clara, habría que hacerle un estudio más específico, pero podría haber sido fabricada en Quito en el siglo XVIII o XIX. De lo que no hay duda es de su valor, historia y significado para la comunidad.
Baul o Petaca de cuero
El trabajo artístico y utilitario del cuero fue introducido por los árabes en España, siendo la ciudad de Córdoba su principal centro productor, de ahí el nombre de “cordobanes” que recibía un tipo de técnica para curtir y dejar lustrosos los cueros.
Este procedimiento pasó a América, encontrándose con el conocimiento desarrollado por nuestros pueblos indígenas durante miles de años, lo que generó una producción de artesanía específica del cuero que se aplicó a gran parte de utensilios domésticos y suntuarios, reflejando la fusión de técnicas y oficios hispanos más tradicionales (madera, hierro, curtido vegetal, ferreteado, grabado, cincelado) con los materiales, técnicas y representaciones indígenas (cestería, piel cruda, calado, trenzado, bordado en piel). Los mayores exponentes de este trabajo durante la colonia fueron los virreinatos de Nueva España (México) y el Perú.
Heredera de esa historia es esta petaca, nombre usado en muchas partes de América para denominar a una maleta de viaje (que puede ser cuero, madera o mimbre) más liviana que un baúl o arca. El ejemplar que alberga el Museo Franciscano de Chillán posee forma rectangular, es de cuero trenzado que produce una decoración que representa 3 hojas que se repiten y en el centro tiene forma de X. Posee listones de madera interior como refuerzo de la estructura. Conserva parte de su cerradura con herraje de hierro. Su tamaño es de 30 cm. de alto, 84 cm. de ancho y 44 cm. de profundidad.
No hay claridad en qué año fue fabricada, pero podría ser muy antigua por su técnica y el uso de herraje de hierro (ya en el siglo XX estaban en desuso, reemplazado por aleaciones como el bronce que eran más livianos) ¡El Museo Regional de Rancagua tiene 2 petacas casi idénticas a esta!
Cítaras
La Cítara es una clase de instrumento de cuerdas, perteneciente al grupo de cuerda pulseadas. Está formada por cuerdas comprensivas a lo largo de su cuello y un espacio de resonancia hueca para producir un sonido (como la guitarra, de hecho esta palabra deriva de la griega κιθάρα «citara”). Su origen se remonta a tiempos muy antiguos. Se descubrieron instrumentos similares en China en el año 433 a.C y en otros países asiáticos como la India desde el siglo XII. Posteriormente sería llevada a occidente donde alcanzaría gran popularidad principalmente en Europa Central.
En el uso común moderno el término «cítara» se refiere a 3 modelos de instrumentos: 1) la Concierto, su variante 2) la Alpine y 3) la Acorde (últimamente descrita como fretless o «cítara guitarra»). El Museo Franciscano posee 2 cítaras, una tipo concierto (de 35 cuerdas y medidas 57x30x5 cm.) y otra Alpine (de 42 cuerdas y medidas 63×36,5 cm.). Esta última se diferencia en que requiere la adición de una extensión al cuerpo del instrumento para apoyar tanto a las cuerdas contrabajo ya adicionales y sus sintonizadores. Ambas están confeccionadas en madera, metal y marfil. Se encuentran en buen estado, sobre todo la Concierto, ya que a la Alpina le faltan la mayoría de las cuerdas. Posiblemente ambas fueron fabricadas en Alemania a fines del siglo XIX o comienzos del XX (la segunda tiene un pequeño papel en el cuerpo que dice “fines del siglo XIX»).
Las cítaras Concierto y Alpine se encuentran tradicionalmente en Eslovenia, Austria, Hungría, Francia, el noroeste de Croacia, el sur de Alemania y Europa alpina. La emigración de estas áreas durante el siglo XIX las introdujo en América, donde se hicieron populares en América del Norte a fines del siglo XIX y principios del XX.
Si bien no es un instrumento popular, su sonido está en nuestro inconsciente principalmente por el cine. Como la inolvidable música de la película «El Tercer hombre», compuesta e interpretada por Anton Karas con este curioso instrumento.
Casulla
Esta prenda es la más característica y sagrada del atuendo del sacerdote durante la celebración de la misa. Es una vestimenta religiosa exterior, sin mangas, en forma de capa amplia y abierta por los costados que cuelga sobre el pecho y la espalda a modo de escapulario, pasando la cabeza por una abertura de forma trapezoidal.
A partir del Concilio Vaticano II de 1965 la Iglesia introduce una serie de cambios para estar en sintonía con el mundo moderno, por lo cual el vestir sacerdotal adquiere mayor sencillez. La misa comienza a hacerse de frente a los fieles y en español, pues antes era en latín y de espalda a la gente.
Así la forma de la casulla evolucionó a una pieza más amplia, que imita el aspecto del amito monástico. Esta es la que típicamente se utiliza hoy, de hombros amplios y corte en semicírculo como en los orígenes, fabricada con telas simples y mucho más sobria en su decoración. El color va cambiando según la celebración y al calendario litúrgico.
La prenda que acá presentamos es parte de una colección de 54 casullas del Museo Franciscano de Chillán. Posee corte italiano (que son más anchas atrás y más cortas adelante, cayendo recta con terminación de semicírculo). Es de color morado, color que representa la espera del encuentro con Cristo, la humildad y penitencia. Se asocia a los rezos y a las preparaciones de grandes festejos, como Navidad y Pascua. También está presente en la liturgia de los difuntos.
En la espalda presenta bordado un cristograma (combinación de letras que forma una abreviación del nombre de Jesucristo) en su variante “JHS”, donde la cruz atraviesa la “H» y está rodeado por varas con rosas (flor muy importante por su simbolismo en toda la historia humana) y que en este caso representa el amor divino y la perfección celestial.
Rueda de Carreta Chancha
Dicen que no existe vehículo más noble y de antiguo linaje que la vieja carreta de nuestros campos. Y tienen razón, ya que fue el vehículo más popular hasta mitad del siglo XX y un símbolo de la cultura agraria en el Chile tradicional cuya base fue el trabajo del hombre fuera del hogar.
Su uso se remonta a los primeros años de la conquista. Ya en 1550 Bartolomé Flores exponía que se había hecho el primer molino “y las primeras carretas que en ella se han hecho”. Éstas se usaron para llevar harina desde los molinos ubicados en la ladera oeste del cerro Huelén o Santa Lucía. Posteriormente para transportar carga desde y hacia el puerto de Valparaíso.
La carreta se integró a las regiones como vehículo de carga, pero en cada lugar fue adaptando su forma según la necesidad y el tipo de trabajo. Así surge la carreta “chancha” pequeña y angosta, tirada por bueyes cuyas ruedas son de una sola pieza (“ruedas de rodajas de tronco” según Oreste Plath) y sin rayos. Permitía transitar por las huellas cordilleranas, dejando al carretero mover sus productos desde lo más profundo de la montaña.
El museo Franciscano de Chillán conserva una rueda tipo chancha. Es de madera con forma de disco de 61 cm. de diámetro, tallado en una sola pieza. Al centro posee una estructura circular más pequeña, sobresaliente por ambas caras, la cual presenta una perforación al centro que las traspasa a ambas y por donde cruzaba el eje.
Este objeto permite adentrarnos en la cotidianidad de los campesinos, quienes realizaban un trabajo sacrificado, duro y diverso, donde muchos de sus rústicos implementos fueron fabricados por ellos mismos aprovechando los material que tenían en su entorno, como en este caso, la madera. Así a mediados del siglo XX aún era frecuente ver en los caminos del centro y sur del país estas típicas carretas moviéndose a ritmo lento y solitario, que cada vez nos parece más lejano.
Piedra de moler
La piedra de moler es un utensilio muy popular que se usa prácticamente en toda América desde tiempos prehispánicos. Se compone de una plancha plana rectangular u ovalada, con o sin patas, y otra piedra móvil generalmente cilíndrica (conocida como “mano de moler»). Sirve para triturar distintos alimentos como legumbres y granos por lo cual se fabrica con elementos muy duros y con muy pocas porosidades, pues esto permite una adecuada limpieza y evita la mezcla de sabores.
Este instrumento ha tenido un papel muy importante en la economía, ya que hasta la invención de los aparatos eléctricos, era el medio con el cual se elaboraban harinas, salsas, cremas y un sin fin de preparaciones.
En el museo Franciscano de Chillán existen 3 piedras de moler: una tallada de 4 patas con su respectiva mano cilíndrica y otras 2 sin patas. Doña Raquel Hernández, presidenta de la JJVV Sargento Aldea de Chillán, nos contó que “era utilizada para moler trigo tostado, para hacer harina tostada, trigo molido para la cazuela. Era hecha de piedra traída muchas veces de las riveras del río, que buscaban prolijamente. Yo vi a mi suegra utilizarlo y decir que lo heredó de su suegra y que era utilizado para alimentar a la familia. Vi que ella lo utilizaba de muy buena manera, no se quejaba, no se cansaba y era feliz cuando probábamos su harina tostada o sus sopas”.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, debido al proceso de modernización de las ciudades la incorporación de la electricidad y por ende la llegada del molinillo y la licuadora, su uso comienza a disminuir, aunque todavía se puede encontrar en ámbitos rurales. Son objetos muy importantes que merecen ser reconocidos y valorados ya que son parte de nuestros recuerdos y de los de nuestras familias, dando cuenta del carácter indígena y campesino que tiene nuestra sociedad.
Gestión
Tanto el registro de los objetos patrimoniales, como el estudio de las piezas arquitectónicas, derivaron en una propuesta de conservación y puesta en valor de las piezas del Museo.
La “Propuestas de lineamientos de intervención patrimonial del conjunto” se desarrolló a partir de los resultados del trabajo de investigación de cada disciplina, en la cual se incluyeron herramientas participativas con grupos de interés como fue el taller con actores claves y entrevistas en profundidad con los hermanos franciscanos Felipe Márquez y Julio Campos.
La formulación se planteó siguiendo pasos metodológicos recomendados por UNESCO en su guía Managing Cultural World Heritage del año 2013. Este documento indica una serie de acciones necesarias para el fortalecimiento de las capacidades para la gestión eficaz del patrimonio, siendo una de ellas el planteamiento de una planificación con sentido. Por ello la propuesta incluye una visión, principios rectores y recomendaciones para la gestión.
Equipo: Arq. Marjolaine Nelly, Arq. Ekaterina Afanasiev.
Video Cierre Proyecto:
Webinar| Archivando la memoria Franciscana de Chillán